Niños de 1° en el parque de la I.E Ciudadela Nuevo Occidente |
Alguna vez leí que la ausencia de sonrisas en una clase es un indicador del nivel de presión u opresión en el aula. El autor es un maestro que sentía el llamado a ser sembrador de sonrisas porque, según él, cada vez que sonreía a un niño le decía: "me gusta estar aquí" y cada vez que un niño le devolvía la sonrisa le estaba diciendo "estoy feliz de estar aquí, contigo". Algunos colegas nuestros pensarán que es demasiado utópico y conozco a quien se atrevería a juzgarlo como un discurso de dos pesos. Independiente de lo cálido o frío que pueda ser el encuentro pedagógico y de lo sonriente o no que sea el educador, pienso que la educación y la felicidad sí son compatibles. Parece paradójico, la escuela no se fundó para transmitir felicidad sino conocimientos. Pero la escuela ha intentado evolucionar junto a los cambios de la sociedad y hoy se habla del derecho a la educación, no del derecho a ser feliz.
Cuando los primeros tutores de este programa fuimos convocados, uno de los formadores (Víctor) nos invitaba a apostarle a la transformación de prácticas de aula para aumentar niños felices en las escuelas, casi un año después, me pregunto si esta apuesta incluye el aumento de maestros felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario